Sep 19
La más segura kura para la vanidad es la soledad.
» La viñeta de Kalvellido tiene la fuerza apocalíptica de aquellos cuadros del pintor sevillano Juan de Valdés Leal ( 1622- 1690). Tanto en In ictu oculi como en Finis gloriae mundi advierte sobre lo efímero de la vida y su fin ineluctable. Nadie ha pintado con más pedagógicos trazos el pórtico de lo que la ideología católica denomina Las Postrimerías del ser humano.
La hoguera que consume la enseña comunista junto con el rótulo de último aviso deben conducirnos a una reflexión cuyo corolario es una doble opción: asumir consecuentemente el mensaje o inhibirnos de él; no caben medias tintas.
La bandera roja con la hoz y el martillo ha degenerado, de ser un símbolo de rebeldía en nombre de la apuesta por un mundo alternativo, en la representación de unas fuerzas políticas que con un vago, etéreo y puramente verbal sentido internacionalista, pugnan por guarecerse de la hegemonía capitalista en los resquicios y abrigos de las instituciones del orden establecido.
Observemos a través de Kalvellido la situación de IU y en consecuencia, la del PCE. Hasta aquí hemos llegado. Una era política de los partidos comunistas ha ardido y se ha extinguido. La necesidad de su refundación y recreación desde lo mucho de imperecedero que hay en el Manifiesto Comunista es la respuesta que no admite dilaciones ni excusas. Eso o el autoengaño de hacer radicar la identidad revolucionaria en la repetición de consignas, fórmulas y esquemas organizativos estériles.
La bandera roja enciende y encabeza el fuego de la Revolución. En caso contrario arde como la paja de los agostados campos.»
Julio Anguita.
Publikado en Mundo Obrero Nº 204. Sept. 2008