Oct 13

NI FRONTERAS, NI BANDERAS.

Tag: Kalvellidografíakalvellido @ 12:26

Tengo un problemón con la bandera española. Me cuesta verla colgada de los balcones sin que me venga automáticamente a la cabeza la derecha más rancia. Si soy sincero del todo, lo que pienso al ver a alguien luciendo mucho la rojigualda es: «Este es facha». Racionalmente, no tiene ni pies ni cabeza porque se supone que ese es un símbolo que nos agrupa a todos. No es necesario simpatizar con el fascismo para ondear una bandera española. Ni siquiera hay que ser de derechas. Basta con ser español, aunque, a mí, emocionalmente, eso me lleve directamente al dictador que obligaba a gritar ¡Viva España! (con decir eso en voz alta también tengo un problema).

Esta (mala) asociación, que dice Twitter que tenemos unos cuantos, me la empecé a formar en el colegio. Los que llevaban polos con la banderita en el cuello también levantaban el brazo en Pacha cuando pinchaban El imperio contraataca, la canción de Los Nikkis, como si fuera el Cara al sol. No pillaban que la letra era irónica, aunque lo más ridículo es que todos éramos hijos de la Transición. Sorprendentemente, he visto en Facebook a algunos de los que de botellón lucían la camiseta del Che Guevara apoyando ahora el rojo y el amarillo. Ante las críticas, dicen que la bandera no la inventó Franco.
Los dos colores fueron un modo de resolver un problema naval que había con la de Felipe V, que tenía el escudo de los Borbones sobre fondo blanco. Las de otros reinos era del mismo color y en las batallas los españoles no se enteraban de si le estaban pegando cañonazos al amigo o al enemigo (tampoco hemos cambiado tanto). Lo arregló Carlos III cuando le encargó al Ministro de Marina de la época que organizara un concurso para encontrar una nueva bandera; ganó la opción del rojo y el amarillo por ser los colores más llamativos en el mar. La bandera naval se convirtió en nacional durante el reinado de Isabel II y luego ha ido cambiando de escudo, y hasta de color en una de sus franjas, según los que mandaban. La peor de sus versiones fue la que incluyó el águila de San Juan por orden de Franco.
Hace ya más de cuarenta años que el pájaro estiró la pata, pero la apropiación por parte del dictador de todos los símbolos españoles ha hecho que muchos creciéramos con brotes de urticaria al ver la bandera. La culpa, entre otros, la tuvieron los que echaban en falta el aguilucho, a pesar de que no sabían ni lo que significaba (los de mi colegio suspendían Historia). El gol de Iniesta ayudó a darle un nuevo espíritu deportivo, de celebración, pero ahora que el país está revuelto han salido a los balcones con un simbolismo político. Lo peor es que es uno de división, como otro de los que ya tuvo, y de sentir la patria de la que, si no eres de derechas, parece que te tienes que avergonzar.
La realidad es que provocan menos conflicto las camisetas con la bandera americana de Primark que las banderas de España que cuelgan de los retrovisores. Supongo que es porque a nuestra insignia no tiene el marketing del sueño americano, ese que permite la venta de armas. A la enseña española le falta publicidad y le sobra herencia histórica. No ayuda que Vox consiga Trending Topics defendiendo la unidad, que Hogar Social se pasee por las manifestaciones, ni la panda de cafres que ondean banderas con aguiluchos. Al final, se va a despertar una bestia que llevaba años calladita esperando su momento.
Al contrario de lo que ocurre, todo este movidón de Cataluña debería ayudar a desplazar metonimias de los símbolos. Ondear banderas españolas igual suena caduco, o quizás es que ya deberían aunarnos de una manera diferente. En cualquier caso, deberíamos poder mirarlas sin el fantasma del pasado, como hace mi sobrina. Para ella, no hay una bandera diferente a las que venden en los chinos, mientras que yo, a su edad, cantaba lo de «Franco, Franco que tiene el culo blanco porque su mujer lo lava con Ariel». Con suerte, de mayor, ella verá la bandera sólo como lo que es y no como lo peor que fue.
G.Miranda

 

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